Hipercolesterolemia
¿Pueden los niños tener colesterol o lípidos elevados?
Las grasas o lípidos son nutrientes esenciales por excelencia, ya que proporcionan el doble de energía que la misma cantidad de proteínas o de hidratos de carbono, pero el consumo excesivo de lípidos favorece la obesidad. El aporte de grasas en general no debe superar el 30 a 35 % de la dosis energética.
Las grasas o lípidos son nutrientes esenciales por excelencia, ya que proporcionan el doble de energía que la misma cantidad de proteínas o de hidratos de carbono, pero el consumo excesivo de lípidos favorece la obesidad. El aporte de grasas en general no debe superar el 30 a 35 % de la dosis energética total.
Las alteraciones de los lípidos en sangre (dislipidemias) constituyen un grupo de patologías caracterizadas por una alteración de los niveles séricos de lipoproteínas plasmáticas y responden a causas genéticas, metabólicas y condiciones ambientales.
El colesterol es un lípido de la sangre que debe ser tenido en cuenta. Una parte se elabora en el hígado y la otra es aportada los alimentos de origen animal (carnes, lácteos, embutidos, vísceras y huevos) Cuando la cantidad de colesterol supera los valores normales, se transforma en un factor de riesgo, porque predispone problemas coronarios y circulatorios, por obstrucción arterial.
Dentro del colesterol existen dos fracciones, el colesterol HDL o “bueno” encargado de limpiar las arterias y el colesterol LDL o “malo” que las va tapando. Se aconseja un nivel de colesterol inferior a 200 mg % y un LDL colesterol menor de 130 mg %
Los trastornos de los lípidos pueden ser primarios (hereditarios) secundarios (consecuencia de alguna otra enfermedad) o poligénicos (alteraciones menores del metabolismo lipídico que interactúan con factores ambientales, principalmente la dieta)
La mayoría de las veces la detección de los trastornos lipídicos en los niños se realiza en forma accidental, durante un control general. Sin embargo el diagnóstico debe sospecharse y orientarse mediante una búsqueda cuidadosa de los antecedentes familiares:
* Dislipidemias o hipercolesterolemias mayor de 240 mg % en los familiares cercanos
* Muerte súbita, enfermedad cardiovascular temprana (antes de los 55 años)
* Dislipidemias secundarias a una patología de base u otros factores de riesgo.
Es importante tener en cuenta también el nivel de triglicéridos, que es otro tipo de grasa que puede obstruir las arterias y causar enfermedades. Los niños con antecedentes familiares pueden ser clasificados según los niveles de colesterol obtenidos en tres categorías:
* Aceptable (< 170 mg %)
* En el límite de la normalidad (170 y 199 mg %)
* Elevado (> 200 mg %).
En los niños cuyos niveles de colesterol se encuentran en niveles aceptables se recomienda realizar nuevas determinaciones en un plazo de 5 años. Si los nivel se encuentran en el límite de la normalidad se deben repetir las determinaciones en un período breve y si los niveles de colesterol son elevados (mayor de 200 mg %) se debe efectuar una determinación de LDL colesterol o “colesterol malo”.
Si el dosaje de LDL colesterol se encuentra en el límite de la normalidad (110-129 mg %) se debe realizar orientación dietética y repetir el dosaje en un año. Si la elevación es persistente o muy alta (mayor de 130 mg %) deberán ser sometidos a una evaluación clínica para descartar causas secundarias o enfermedades que pudieran provocar esta situación.
Durante el primer año de vida la colesterolemia tiene estrecha vinculación con los factores nutricionales. Se debería esperar hasta los 18 a 24 meses de edad antes de realizar estudios de detección precoz del metabolismo lipídico, verificar resultados anormales o tipificar una dislipidemia, dado que a partir de ese momento, el colesterol plasmático comienza a seguir un canal o “track” definido. El concepto de “tracking” describe la continuidad en el tiempo de una variable biológica y es útil porque permite realizar una intervención en el momento oportuno, en familias o en pacientes con alto riesgo futuro.
Una medición de colesterol superior a 400 mg % sugiere alta probabilidad de hiperlipidemia familiar. El dosaje de colesterol a partir de los 12 años de edad es el mejor factor predictivo de la colesterolemia adulta, por lo tanto una hiperlipidemia descubierta durante la adolescencia tiende a persistir hasta la edad adulta de no mediar tratamiento.
La segunda etapa para el diagnóstico de dislipidemia, consiste en medir el colesterol y los triglicéridos en los consanguíneos de primer grado del niño afectado (padres y hermanos)
Existe una relación directamente proporcional entre colesterol LDL o “colesterol malo” y aterosclerosis coronaria (obstrucción de arterias coronarias), cuyos precursores comienzan en la infancia. La elevación del nivel de colesterol en edades tempranas desempeña un papel importante en el desarrollo de enfermedad en el adulto.
Una vez identificados los factores de riesgo, comienzan a ejercer su influencia desde la infancia como la obesidad, la vida sedentaria, el stress y el tabaquismo pasivo o activo en adolescentes. El colesterol es un producto del metabolismo animal y se encuentra en la carne, hígado, sesos y yema de huevo (una fuente particularmente importante) La normalización del colesterol plasmático se logra reduciendo el colesterol de la dieta, una disminución de 100 mg en la ingesta diaria provoca un descenso de 5 mg % en sangre.
Las grasas de origen animal poseen una alta proporción de ácidos grasos saturados, cuyo exceso favorece el aumento del colesterol y el desarrollo de la aterosclerosis, cuya principal consecuencia es el infarto de miocardio. En cambio las grasas de origen vegetal tienen mayor contenido de ácidos grasos poliinsaturados, por eso el 60 % de las grasas de la dieta deben ser de origen vegetal.
La primera meta de un programa nutricional para niños debe ser la de mantener un crecimiento óptimo, un buen desarrollo y una buena salud durante la infancia, cualquier modificación de las dietas infantiles siempre debe ser cuidadosamente valorada, para tener la seguridad de no comprometer el crecimiento.
En base a las observaciones realizadas en EE.UU. en poblaciones pediátricas, se considera que un nivel de colesterol entre 140 y 160 mg % asegura un crecimiento y desarrollo normal.
Las grasas saturadas o “grasas malas” se encuentran en los alimentos de origen animal y se deben consumir con moderación porque promueven el aumento del colesterol total y del colesterol malo (LDL). Son más aterogénicas o sea que tienden a depositarse en las arterias causando obstrucción.
El pediatra debe contribuir a la adquisición de hábitos dietéticos sanos durante la infancia, teniendo en cuanta que las grasas constituyen durante los primeros dos años de vida el principal aporte energético total.
Dra. Silvina A. Cuartas
Médica Pediatra